El niño artista y lo mirado como la producción de arte



Llegó con paso ágil, escurriéndose entre la gente que se amontonaba en el pasillo a la hora  de empezar las actividades escolares. Maestra puedo quedármelo? preguntó Ricardo mostrando un dibujo. No tienen nombre y está tirado en el piso. Por ahora sí,  le respondí.


En el salón de clase aguardaban  los trabajos de arte que habían estado expuestos durante una semana y había llegado la hora de devolverlos a los propietarios. Algunos no tenían nombre, motivo por el cual decidimos hacerlo mostrando cada uno para conocer  el dueño.
Una y otra vez  mano corta y templada de uno de los los mas pequeños del grupo siempre estaba arriba para preguntar. Puedo quedármelo?. Los no terminados, los no reclamados, los que los demás rechazaron  por parecerles “feos” terminaron en la carpeta de Ricardo quien empuñaba su mano como símbolo de triunfo cada vez que los recibía.

Al inicio lo ví como un juego y no entendía del todo la alegría de aquel pequeño. El “me gusta” y “no me gusta” pasando cada obra como ejercicio para practicar el español, lengua oficial de todas las asignaturas de la escuela, se empezaba a volver aburrido. Pasamos entonces  decir el porque les gustaba o no lo que estaban viendo. Sus explicaciones eran maravillosas. Para mí, La verdadera exhibición había empezado. La composición de color o de formas, eran ideas un tanto remotas al lado de ese mundo mágico contado en voces de niños y niñas.

En las manos de un pequeño  todas las formas geométricas se disuelven y toman las formas mas inesperadas. Una mancha oscura y circular es un tren…una línea con tres puntos es el carrusel del parque de diversiones, una línea curva es un fantasma.
Pasados unos días aún rondan   en mi memoria las palabras de aquel momento,   reflexiones acerca de los pocos espacios que los mas pequeños tienen para circular sus historias, pero sobre todo  perdurará por siempre la imagen de ese rostro feliz cargando como un tesoro una carpeta llena de secretos e historias que solo un niño de cinco años puede comprender.

Sin duda hay artistas que transforman  el mundo con sus manos, otros con su cuerpo, otros a través de la palabra,  Ricardo tiene unos ojos grandes, generosos y profundos para apreciar y explicar la realidad que otros no pueden ver.

Rosalba Henao


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