La reforma tributaria o el tomate de árbol rojo o amarillo,

                                                                                                                         Por: Rosalba Henao














Nadie puede estar indiferente ante la belleza del tomate de árbol, digo, si usted sabe observar o si por lo menos alienta la curiosidad o tiene el tiempo y el gusto de dejar reposar las cosas entre sus manos y sentirlas. Si lo has hecho no podrás decirme que esa fina y brillosa  piel que envuelve la textura al inicio un poco áspera y luego húmeda que tiene el tamarillo,  te atrapa. Si eres mas visual pensaras en el color verde, rojo naranja o amarillo en forma de óvalos perfectos. 

Poner la lengua en esa delicia agridulce y resbalosa fruta, nunca deja de ser una experiencia estremecedora, siempre es como si fuera la primera vez, y es algo que no te pasa ni con la chirimoya, la guanábana, el lulo, la guama, incluso ni siquiera con la maracuyá. 

Ni que decir de su olor a selva y a rastrojo.  Natural e indomable, indefinible, incomparable.

El árbol que los contiene es alto, elegante, delgado de hojas anchas y generosas.

El jugo espumante y de textura gruesa pasa por la garganta curando males 


Cortarlo en mitades es  descubrir las formas de tu propio cuerpo, úvula, cerebro, riñón, pulmones. Agregar además lo que cura; presión arterial, grasa abdominal, migraña , sube el sistema inmune, el semen y baja el colesterol.  Y lo  que no puedes ver es  hierro, potasio, magnesio, fósforo y todas las vitaminas del abecedario del español.   

Nunca nadie  pudo poner en duda ni su belleza ni delicia.  Mis maravillosos años de la infancia sucedieron  cuando trepaba  a los árboles para buscar los mangos maduros y llenarme la panza reposando en las ramas, luego a buscar los tomates para el jugo de la semana. 


Me dijeron que el tomate de árbol  era la fruta de los pobres, era la más barata del mercado, entonces para  subir de categoría había que tomar gaseosa, soda como también le llaman, agua con sabor embotellada, agua vieja, envenenada, estancada. Ah pero es que para eso has de pagar, no subirte al árbol como un mono de la selva. Saben,  en un tiempo me lo creí, entonces para las visitas nunca faltaron las aguas dulces y estancadas.   Eso sí, en los cumpleaños de mi  hija no faltaron los jugos. Podría presumir de solvente ante una visita, pero para los niños y niñas nooo, …torta con jugo de tomate!!!. Quedé ante los vecinos como la señora rara pero con el saber tranquilo de no darles a los más pequeños, una copa dulce de veneno.


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